Desde luego, no sabía (quién sabe si le hubiera importado) que se ganaba un espacio privilegiado en la historia del conocimiento, que se parece a decir: una forma de inmortalidad.
Movidos por ese mismo espíritu —aunque no dotados del talento que instaló al fulano para siempre en nuestra biblioteca—, nos zambullimos en esta cueva buscando, a tientas, alguna pista que nos aclare ciertos misterios… o que al menos nos ayude a aceptarlos.
¿Para qué escribimos?
¿O será que somos nosotros los escritos?
¿Estamos? ¿Consistimos? ¿O qué?
Si te animás a mirarte en este espejo sombrío, a tientas, guiado/a por la única certeza de no saber nada, estás invitado/a a sumarte a este picado, sin referís comprados ni resultados puestos...